Las
memorias que se escriben en la vejez, al borde del abismo, acarrean
siempre el último disgusto de la vida, pero escribirlas a los veinte
años sería prematuro.
Siendo
el autor joven, cuando un día se encontraba afligido por algo o por
alguien, un gran poeta le aconsejó que “no se enterase”. Él trató de
hacerlo, pero se sentía muy incómodo, como flotante, porque el cuerpo
le pedía lo normal, alegrías y tristezas, las dos cosas, cada una a su...
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